viernes, diciembre 16, 2005

Personaje del Mes



José María Eguren y Martín Adán: dos poetas peruanos

Hace un par de años me topé con un artículo de la mítica revista Atenea, “Hombres, ideas y libros”, firmado por un tal Serafín del Mar y fechado en marzo de 1930. Este señor exponía las distintas corrientes poéticas del Perú. Con asombro constaté que delegaba a un plano inferior a poetas de la talla de César Vallejo, Xabriel Abril, Oquendo de Amat y, por supuesto, Martín Adán. Quien firmaba el artículo se refería a ellos como “una juventud audaz por trágica ignorancia”, y luego los trataba de “revolucionarios anecdóticos” “hombres sensuales y simplistas”, “ególatras novecentistas”.

Por otro lado, los que son beneficiados y justificados por este articulista, son poetas que tienen el “importante papel de agitar y disolver un orden burgués, buscando la cooperación del trabajo manual e intelectual”. Estos eran Manuel Seoane, Antero Peralta, Cristóbal Meza, A. Secada, Arbulú Miranda, entre otros. Ellos serían el porvenir histórico, revolucionario y poético no sólo de Perú, sino de toda América.


Posteriormente revisé algunas antologías de poesía latinoamericana y peruana, y descubrí con estupor que ninguno de estos iluminados poetas figuran en ellas. Ni uno solo. A diferencia de los supuestos badulaques, que nada tenían para entregar a la literatura, resulta que ellos sí configuran la constelación de poetas latinoamericanos, y son leídos y comentados por esa minoría lectora de poesía que se resiste a desaparecer.


Recuerdo un artículo de Enrique Vila-Matas, titulado “Para escribir, hay que dejar de ser escritor”. En este texto se sugieren las dificultades de una eximia escritura, y que al escritor no le queda otra que dedicarse a escribir, dejando de lado funciones que supuestamente le atañen. Mucho antes dijo Borges, en el prólogo de su poemario “La rosa profunda”: “El concepto de arte comprometido es una ingenuidad, porque nadie sabe del todo lo que ejecuta”.


Tenían razón. En el espacio de la escritura, en ese bloque muchas veces pesado y de mármol, en ese espejo reducido pero amplio de la realidad, paradójicamente sólo han logrado perdurar con el tiempo escritores que se han desligado de funciones sociales y roles políticos al interior de la escritura. Escritores del sigo XIX, que pueden ser tan disímiles como Oscar Wilde, Charles Dickens, Edgar A. Poe o Charles Baudelaire, están fuertemente emparentados porque tuvieron como principal preocupación la escritura. Igualmente ocurre con los dos poetas peruanos que reseñaré brevemente.


José María Eguren (1874- 1942), poeta del minimalismo


Debido a su delicada salud, pasó gran parte de su vida en el campo, alejado de las agitaciones sociales y manifestaciones propias de la urbe. Sin poder completar sus estudios, se dio a la tarea de leer a los clásicos, pero también a los poetas que buscaban renovar el arte en aquellos tiempos, como lo fueron, por mencionar a algunos, Rimbaud, Mallarmé, Verlaine, Wilde y Rosetti.


Eguren también se interesó por la mitología germánica y la literatura nórdica, intereses que se verían reflejados en muchos de sus poemas y temas. A la vez, su soledad, su timidez y su parcial alejamiento del mundo, forjarían en él una personalidad soñadora, que se refleja en su poesía onírica, recargada de imágenes y simbolismos alucinantes, donde el centro es la naturaleza pero también hay cabida para la ciudad y sus maravillas, aunque no del modo convencional o progresista que cantaron los futuristas en su tiempo, sino que siempre con ese toque melancólico por el regreso a la vida sencilla y campestre:


En el rascacielo


Un gallo negro de papel


Saluda la noche.



Voy por la pista alegre


Con el suave perfume


Del retamal distante.



(Fabila, En Rondinelas)



Vemos como la hermosura de estos versos se asemejan al haiku, forma poética desarrollada en Japón hacia el siglo XVII, donde el minimalismo, la sencillez y el acercamiento a la naturaleza determinan el canto y los estados de ánimo del poeta.

Preséntase mustias las primeras beodas,


Y margraves de añeja Germania,


Y el rútilo extraño de blonda melena,


Y llega con flores azules de insania


La bárbara y dulce princesa de Viena.



(Las bodas vienesas, de Simbólicas)



Acá se observa claramente la combinación de arcaísmos y sutiles referencias germánicas, lo que hacen un poeta totalmente singular dentro de la las letras americanas, que se decanta más por el subjetivismo y la impresión que le causa una visión o un paisaje, que por pretensiones objetivistas que buscan sustraer datos empíricos de la realidad.




Martín Adán (1908-1985), poeta del inasible absoluto

Otra cumbre dentro de la lírica peruana, fue Rafael de la Fuente Benavides, más conocido como Martín Adán. Simbiosis entre el Adán bíblico y el mono darviniano; nombre que representa ese afán poético que se define entre lo racionalista y lo místico.


Martín Adán fue un atento lector de los simbolistas y de los vanguardistas europeos de comienzo del siglo XX, pero también un ávido lector de los clásicos españoles como Quevedo, Góngora o Lope de Vega. Esto redundó en que la poesía de Martín Adán transitará por el cultivo del metro clásico (sonetos en endecasílabos y alejandrinos), la ejecución del verso libre y poemas que se extienden por decenas de páginas.

La temática de la poesía de Martín Adán hace referencia a la soledad y la miseria de la condición humana, a la pérdida de la referencialidad con el absoluto (con Dios, o el Universo) y a los estados musicales como gracia para alcanzar estados elevados del espíritu:


¡Que ser poeta es oír las sumas voces,


El pecho herido por un haz de goces,


Mientras la mano lo narrar no osa!



(A Alberto Ureta, en La travesía de los extramares)




Todo eres


Como el labio del recién nacido,


Desdentado o como el del viejo


De la parábola del cigarrillo.



(La presencia, en La mano desasida)



Pero Martín Adán no sólo experimentó en su poesía la sensación del vacío del hombre en el inconmensurable universo, sino que también experimentó ese vacío en su propia vida, que por sus intrincados derroteros lo arrojó varias veces a la locura y a la miseria. Después de publicar su tercer libro de poesía, “La Travesía de extramares” (1946), pasarían muchos años de reclusión y silencio del poeta, el cual estuvo hospedado en sanatorios para recuperarse de sus perturbaciones mentales. Reaparecía más tarde con “Escrito a ciegas” (1961), período en el cual se entregaría hasta la posteridad de sus días en la ejecución de la poesía.



Humildes versos, una conclusión


Dos poetas que concibieron a la poesía más allá de las luchas sociales y de las vicisitudes de la historia. Poetas, que como Eduardo Anguita, concibieron al arte como una feroz batalla en un tablero de ajedrez contra el infinito.
Eguren y Adán supieron enseñarnos a vivir y a morir, a valorar las pálidas auroras, los atardeceres dolientes, las humildes casas ancladas en el abismo, y ante todo, a oír en el silencio imperturbable los estados musicales, ese tintineo melodioso que se desplaza en las cosas sencillas de la vida.




Pablo Rumel

Santiago - CHILE


________________________
Fuentes:

Adán Martín, Obra poética. Lima, Edubanco, 1970 V.V.A.A, Atenea. Cervantes, Santiago 1930

Núñez, Estuardo: José María Eguren: Vida y Obra, Lima, Talleres Gráficos P. L. Villanueva, 1964.

2 Comments:

At 9:59 p. m., Anonymous Anónimo said...

Que buenísimo está este artículo, la verdad es una excelente manera de conocer autores. Saludos.

 
At 4:36 p. m., Anonymous Anónimo said...

muy buen articulo, estare leyendo atenta tu blog..saludos...Nieves de la Rosa

 

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