viernes, agosto 14, 2009

Golpe de estado en Honduras.

Honduras I


Para la mayoría de los medios, la situación en Honduras no es preocupante ¿Por qué esta posición de la prensa “libre” e “independiente”, en la mayoría de los países del globo?
Vamos a tener que acudir a la historia, para desentramar los motivos que han llevado, en primer lugar, a los sectores privilegiados hondureños a tomar el poder por la fuerza y producir el resquebrajamiento del orden constitucional continental.
Vale aclarar que: si José Manuel Zelaya Rosales, no hubiese pertenecido a la casta de terratenientes más conspicuos, y por lo tanto dudosos, de Honduras, jamás se le hubiese permitido asumir el poder en su país. Partiendo de este punto, y manteniendo nuestra reserva sobre el “izquierdismo” del presidente Zelaya, comenzaremos el análisis del problema hondureño.

El empresario agropecuario, nacido en Catacamas, departamento de Olancho, el 20 de Septiembre de 1952, debía estar afiliado al PLH o al partido de la oposición, para poder asumir el poder en su país de origen. Cometió varios errores ideológicos, que lo alejaron de la mentalidad conservadora de sus compañeros de partido y, aún más, de sus enemigos opositores, pero el error más importante, y el que terminó detonando el conflicto, fue el de adherir al ALBA, algo que el gobierno norteamericano ni los empresarios hondureños, le iban a perdonar.
El ingreso en Petrocaribe fue la gota que rebalsó el vaso; recibido de muy mala gana por la burguesía, que no fue al enfrentamiento directo, pero que sí comenzó una etapa de desgaste mediático de la figura presidencial. La conveniente difusión de escándalos por fraude y malversación en la función pública, que fueron magnificados y hasta reinventados en los medios, merecieron las preocupadas advertencias, junto con acusaciones directas al presidente, desde el Consejo Nacional Anticorrupción, la Iglesia Católica hondureña, la organización Transparencia Internacional, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la OEA ¿Les suena conocido, este enjambre de insignes corporaciones, compatriotas argentinos?
La prensa conservadora y la patronal, reconocían que la oferta de petróleo, por parte del gobierno venezolano, era demasiado seductoras como para desaprovecharla. Aunque como siempre ocurre en estos casos, el poder fáctico abrió el paraguas por si las moscas. Adujeron temer que una operación financiera de suministro energético, terminara acarreando obligaciones políticas con Venezuela y su proyecto socialista.
La oposición partidista fue muy crítica, pero sin embargo surgieron voces más desestabilizadoras en el partido del Gobierno, y Roberto Micheletti, el presidente del Congreso, que ambicionaba la candidatura del oficialismo para suceder a Zelaya en 2010, se colocó a la cabeza de esas críticas, algo similar a lo ocurrido con Julio Cobos en el parlamento argentino, cuando hubo de definirse la lucha política con el sector empresarial del campo. La relación de Micheletti, con el presidente constitucional, se estaba fracturando. El intrigante reclamó públicamente transparencia, intentando embarrar el convenio, y garantías, antes de firmar. El 24 de enero, la Comisión Especial del Congreso autorizó a Zelaya a rubricar el documento. El 13 de marzo el pleno del Congreso aprobó por mayoría simple el convenio con Petrocaribe. A favor del mismo votaron los diputados del PLH, la UD y el PINU, y en contra el PDCH; el PNH, se abstuvo.
El balance de una gestión presidencial, por primera vez en la historia de Honduras, era positiva: La situación económica había mejorado; 4.000 millones de dólares de deuda externa habían sido condonados y los nuevos recursos de que disponía el Gobierno ya estaban haciendo sentir sus efectos positivos en la lucha contra la pobreza, que, según cómputos oficiales, se había reducido un 6,5%, en números absolutos, "500.000 hondureños que han salido de la pobreza"; y la campaña de reforestación marchaba viento en popa. Por último, la inminente llegada de combustible barato de Venezuela iba a traducirse en un mayor desahogo financiero del Estado y en una mejora de la calidad de vida de la población.
Para la oposición no iba a reconocer tan fácilmente este progreso y la ola de crímenes violentos que sacudía a la población, fue el punto a utilizar para criticar, arteramente, el sistema de seguridad del Gobierno. Como mencioné con anterioridad, los escándalos por fraude y malversación en la función pública fueron sacados de contexto e intentaban demostrar la participación directa del presidente en ellos. Dicho todo esto y a riesgo de emitir un juicio apresurado, no por no contar con la información exacta, sino por no poder desarrollar el tema, como lo merece, en cuatrocientas páginas, puedo decir que: La excusa que otorgó la encuesta llevada adelante por el gobierno, para avalar la reelección de Zelaya, jamás tuvo fundamento constitucional ni el apoyo del pueblo de la nación, sólo fue un subterfugio para dar un golpe de estado, derrocar al presidente, e instaurar un régimen afín a los EEUU y a los intereses de Hilary Clinton, darle un toque de atención al gobierno de Venezuela y mantener a Obama en una posición mediática contradictoria, pero bien definida en la realidad, y a favor de la política imperialista llevada adelante por George Bush.
En la última reunión de UNASUR, llevada a cabo hace un par de días, Chávez dio en la tecla, el complot fue urdido para acabar con el problema ideológico que plantea Venezuela. En artículos anteriores he señalado la actitud beligerante de los grupos armados que pululan en nuestra Sudamérica, grupos que responden a intereses norteamericanos y actúan en nuestro suelo como arietes del imperialismo. Estos grupos no son denunciados por los medios masivos de comunicación, por ese motivo las siete bases que pretende instalar el narcotraficante presidente colombiano, no conllevan el menor peligro a los intereses multinacionales de los medios. Aquí debemos resaltar que el único medio independiente y que ningún sistema puede controlar, es internet. Por ese motivo podemos asegurar que la instalación de bases norteamericanas en Colombia, pretende desestabilizar el orden constitucional en la región, colocarle un bozal armado a Chávez y a Morales, y si es necesario, seguramente lo será en algún momento (recordemos el Panamá de Noriega o el Irak de Hussein), invadir ambos países y volver a instaurar el “régimen democrático”, siempre favorable a los interese yanquis. No es una reunión de presidentes en Buenos Aires la que salvará a Sudamérica de la guerra, sinó la movilización permanente de las vanguardias de izquierda junto al combativo pueblo trabajador americano.

Álvaro Centeno
Bogotá- Colombia

Estadisticas y contadores web gratis
Manuales Oposiciones
Búsqueda personalizada