viernes, diciembre 16, 2005

Artículo de Opinión


Aborígenes sudamericanos

Parte IV

El Caso Aimara

Siguiendo la línea que hemos trazado para rescatar, del olvido y la marginación, a los pueblos aborígenes latinoamericanos, verdaderos dueños de la tierra que hoy pisamos, nos ocuparemos durante este mes del pueblo Aimara.


Al altiplano andino arribaron hace aproximadamente 10000 años, las primeras familias cazadoras y recolectoras del la parte norte de lo que hoy es Chile, incluyendo la costa del pacifico, valles y quebradas cordilleranas.


Como primera medida desarrollaremos el tema del idioma, lo que nos dará una clara idea del alcance de esta cultura, prácticamente desconocida para la América europeizada. El aimara altiplánico, ó simplemente aimara, es un lenguaje andino hablado por un millón seiscientos mil personas, en las proximidades del lago Titicaca. Más precisamente, según los últimos censos de Bolivia y Chile (1992) y del Perú (1993) existen 1.237.658 aimaristas bolivianos, 296.465 aimaristas peruanos y 48.477 aimaristas chilenos. También existen varias comunidades de las provincias argentinas de Salta y Jujuy que se autoproclaman aimaristas, aunque no hablen esta lengua. El aimara altiplánico tiene dos lenguas hermanas: el Kawki y el Jaqaru, ambos hablados, todavía, en algunas provincias serranas de Lima. Desde el siglo XIX estudiosos como Antonio Raymondi, Sebastian Barranca y Julio C. Tello sospecharon de un parentesco entre estas tres lenguas. Pero fueron los trabajos lingüísticos de Marta J. Hardman, durante los años 60 del siglo XX, los que confirmaron plenamente esta conjetura.

La economía de este pueblo se basaba en la explotación agrícola de las depresiones, localizadas a lo largo de los extensos valles de Azapa y Quillagua, en el norte de Chile, y en Caplinal, en el Perú. Con el proceso de expansión del Imperio Inca en el siglo XV, la conquista del Reino Aimara y de otros pueblos de la región de Tarapacá, noroeste de Argentina y territorio de Chile, hasta el río Maipo, los invasores ocuparon los espacios productivos en los valles de Azapa, Lluta, Camarones, Camiña, Tarapacá y Pica. El territorio de Tarapacá al momento de la Conquista Hispana, fue un espacio de múltiples vinculaciones multiétnicas compuesto por poblaciones locales y altiplánicas, siendo dominantes aquellas de habla Aimara. Dentro de la dominación colonial en el siglo XVII, se reconoce una matriz de organización que se basaba en el establecimiento de territorios continuos y homogéneos, con poblaciones indígenas fijas y relacionadas directamente a las actividades productivas españolas.

La reforma agraria a comienzos del siglo XVIII, en el Corregimiento de Tarapacá agrupó un mosaico de poblaciones indígenas, y aprovechándose de esta situación, puesto que los indígenas debían transformarse en pequeños propietarios libres de ataduras corporativas (comunidades) y de sus intermediarios (caciques), el gobierno español intentó destruir la férrea cultura indígena. Sin embargo, en 1826 el nuevo estado chileno, presionado por la falta de recursos fiscales, reintrodujo el tributo mediante un nuevo concepto de contribución de indígenas e iniciará la colonización de los Pueblos Andinos con una red de sistemas de controles de tipo policial, tributarios, educacionales, sanitarios, políticos y legales. En síntesis, desplazaron a los dueños de la tierra hacia el margen de la historia, amparados en una legalidad sumamente cuestionable. Los territorios donde se asentaba la población Aimara, formaban parte, hasta la Guerra del Pacífico (1879 - 1883), de la República del Perú. El principal efecto sobre las comunidades indígenas, radica en los procesos ideológicos institucionales asociados a la integración forzada a Chile y de los mecanismos aplicados desde el Estado para asegurar la soberanía en estos nuevos territorios, esta situación consolidó su poder y dominación sobre las poblaciones indígenas por los grupos criollos, siempre respondiendo al imperialismo reinante.


Desde la época colonial, el territorio Aimara fue utilizado como fuente de insumos para la minería de la plata y el salitre y literalmente saqueado por inescrupulosos empresarios. Esta situación se agrava con el desecamiento de las vegas y bofedales, producto de las presiones del mercado hacia la enajenación de los recursos productivos indígenas, a causa de la utilización del recurso hídrico por los enclaves mineros. Todo esto promovió que los particulares, junto a las empresas mineras, contravinieran los intereses de las comunidades Aimara, generando precarias condiciones agrarias y terribles modelos de explotación humana.


La situación de las comunidades Aimara de los siglos XIX y XX, se caracterizaron por su inserción como mano de obra barata en las intensivas actividades mineras en la región, el salitre en Tarapacá (1860 - 1925), el azufre en Arica (1900 - 1950) y la industria del oro (1960 - 1990). Las consecuencias o efectos de la incorporación al mercado minero no son uniformes, en las zonas de valles fue más intensa que en las tierras altas, ya que sólo incorporaban productos campesinos al mercado, así el agro andino se estructura y reorganiza para el abastecimiento urbano producto de la masiva migración de los enclaves mineros. En la medida que la economía Aimara se acomodaba y transformaba según procesos económicos y sociopolíticos regionales, se masifica las migraciones a los centros urbanos costeros, dando lugar a una economía desarraigada y diversificada, distribuyéndose a muchas localizaciones más allá de las comunidades indígenas de las tierras altas.


Cuadro de situación

Como corolario agregaremos que a partir de la década de 1970, el pueblo Aimará se reinsertó en el sistema impuesto por los regímenes pro imperialistas latinoamericanos, sin más alternativa que la resignación a la suerte que se les mostraba esquiva. El pueblo que no se entregó mansamente a la destrucción de su cultura milenaria, propuesta por su carcelero imperialista, tardaría varios años en recuperar su autoestima. Hoy y de la mano de Evo Morales, está recuperando de alguna manera la dignidad perdida, en las calles de La Paz y ofreciendo la sangre de sus hijos, para ponerle fin al saqueo sistemático de sus últimas riquezas naturales, por los explotadores de siempre, esos que bien maquillados parecen distintos.


Juan Romero

Buenos Aires - ARGENTINA

2 Comments:

At 12:14 p. m., Anonymous Anónimo said...

Interesante artículo.
Algo me tiene sorprendida, imagino respuestas pero son respuestas en la que la mala intención está de por medio. Soy inquisitiva y no quedaré tranquila hasta saber su respuesta.
En las recientes elecciones de presidente en Chile, una sola región del país, marcó preferencia, en alrededor de un 15%, por el candidato de la derecha.
Esa región es la Novena, de La Araucanía. La mayoría de su población es indígena y con poca escolaridad.
¿Por qué?

 
At 12:26 p. m., Anonymous Anónimo said...

Por ese mismo motivo, a pesar de transcurrir el principio del año 2006, la estrategia de los explotadores no ha variado sustancialmente. Mientras mantengan a la población lejos de los libros, el poder seguirá en manos de los dioses.

 

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