lunes, marzo 03, 2008

Artículo de opinión.

Aborígenes sudamericanos

Parte VI


La cultura incaica (primera entrega)

No es sencillo escribir una crónica de la cultura incaica sin tomar de las vertientes que cualquier lector puede conocer en esta interminable red de información que nos une. Muchos han sido los estudios realizados, de diversa índole y desde diferentes perspectivas sobre esta civilización precolombina. Sin embargo, nunca resulta superfluo traer a la reflexión que gran parte de los estudios y relatos han sido parciales, realizados por personas cuya formación o intereses estaban lejos de contar con la amplitud necesaria para considerar que se trataba de una cultura diferente, que no podía medirse con los mismos parámetros de la civilización occidental.

Sin ir más lejos, es bueno tener en cuenta que el verdadero descubrimiento de la cultura incaica como tal, en la auténtica dimensión de su riqueza y valor, se produjo a principios del siglo XX cuando el explorador norteamericano aficionado a la arqueología, Hiram Bingham, llegó a Machu Picchu el 24 de julio de 1911, guiado por las leyendas y los mitos autóctonos. El lugar geográfico elegido para esta edificación, la riqueza arquitectónica, la ingeniería aplicada, el conocimiento astronómico que revelaban las construcciones en relación con el culto del sol, en fin, todo resultó ser una espléndida demostración de una cultura que al conquistador le había pasado desapercibida, y no porque ésta estuviera oculta sino porque aún no había podido reconocerla en sencillas expresiones: se necesitaba ver la grandiosidad del Machu Picchu para comenzar a encontrar allí rasgos de “cultura”.
Asimismo, vale la pena repasar otros aspectos de esta civilización como son la religión, ligada a la organización política y social. En primer lugar, tener en cuenta que la cosmovisión de los pueblos originarios de América, y no sólo de aquí, se organizaba de manera holística, es decir integral, completa, universal, en la que no había diferenciación entre aspectos sagrados y no-sagrados. Por lo tanto, las prácticas y las creencias religiosas incidían de manera directa en decisiones políticas y gubernamentales. En segundo lugar, la forma de asimilar el tiempo no era predominantemente lineal, como lo es en la cultura occidental. El tiempo era percibido por su desarrollo cíclico en relación con todo el movimiento de la naturaleza; esto marca una diferencia primordial en la correspondencia que estos habitantes originarios establecían entre los ciclos temporales y diferentes hechos que incidieron sobre su historia.
Cuando se menciona al pueblo incaico, es frecuente escuchar que constituían un gran imperio, como fruto del sometimiento a otros grupos de menores posibilidades guerreras. Y de algún modo era así, sólo que si se atiende a los rasgos propios de esta civilización, se modifican los criterios de análisis. Es sabido que la cultura incaica es precedida por muchas otras como la Wari, Tiahuanaco, Nazca, Paracas, Chimú, Moche, Vicús, entre otras. Todas estas civilizaciones constituyen lo que se llama la cultura preincaica. Cada uno tenía su propia lengua, religión, organización política y social; todo este conglomerado de comunidades conformó luego lo que conocemos como el imperio incaico aunque se dice que los incas descienden de los Wari. Los movimientos de dominación constituían campañas religioso-político-militares, en las que se producía el avance de un número significativo de soldados sobre un determinado pueblo. Allí se nombraba a dos curacas, siempre resguardando el principio de dualidad, propio de esta cultura. Uno de ellos quedaba como administrador de ese pueblo y el otro era llevado al cusco junto con su dios, que era atado y encerrado junto a otros dioses de otros grupos sometidos, como una especie de rehén para evitar que los fieles se sublevaran. Así, los pueblos en cuestión aceptaban la protección de un gran inca-dios sin que esto les representara abandonar sus costumbres, creencias, cultos o lengua. Todo ello sucedía dentro de la circularidad que regía su cosmovisión universal. Los pueblos que aceptaban la protección consideraban que en ese momento a sus dioses les tocaba estar en la parte inferior de la rueda mientras el sol y otros dioses incas se ubicaban en la parte superior. Como cada uno podía seguir con sus prácticas culturales habituales, había sometimiento pero no había anulación del sometido.

En el gran imperio inca (consideremos que era una enorme región que abarcaba desde el sur de lo que hoy es Ecuador hasta el norte de Argentina y Chile, región que ahora pertenece a cinco naciones diferentes) se ponía en práctica un sistema económico, político y social que se conoce con el nombre de “reciprocidad”. La sociedad se asentaba en extensiones de tierra llamados ayllus. La reciprocidad al interior del ayllu es de naturaleza igualitaria, en el sentido de que se da a cada habitante lo que necesita para su subsistencia. Cuando el individuo cuenta con una familia numerosa, o cuando se trata de huérfanos, enfermos o viudas, el curaca ejerce la práctica de la retribución de los resultados del trabajo colectivo. La reciprocidad compensaba las desigualdades que naturalmente operan en toda sociedad, dando a cada uno lo que necesita para vivir.

Con la llegada del conquistador, la visión andina tomó al dios de los cristianos como el que estaba en la parte alta de la rueda, y todos los dioses inca en la parte baja, pero anulados. Sin embargo, el éxito de la imposición religiosa no fue tan eficaz como en un principio creyeron los sacerdotes cristianos, dado que las creencias y cultos ancestrales de los nativos perduraron solapados, escondidos, aflorando en muchos casos como una síntesis entre antiguas prácticas y dogma cristiano, que es lo que ha conformado el sincretismo religioso de la región.

Sin ánimo de idealizar la cultura incaica desconociendo los aspectos objetables que seguramente existieron como en toda civilización, resulta claro que la llegada del blanco desbarató todo un sistema de organización religiosa, política, económica y social, y en su lugar no dejó nada. La reciprocidad no fue sustituida por nada. Las redes de caminos que ponían en contacto a todo el imperio, mediante las cuales se ejercía un comercio eficiente, compensatorio, fueron interrumpidas por una división política que no contempla las características históricas y culturales de las partes, que casualmente se han dado en llamar “los pueblos andinos”. Fue la destrucción del otro por la destrucción misma, más allá de lo que supuestamente habían establecido los reyes de España, quienes mandaban ser compasivos y justos con esos nativos, que en el siglo XVIII y con la dinastía borbónica, pasaron a ser miembros del estado español.

1)http://www4.loscuentos.net/go.php?url=http://www.naya.org.ar/peru/machupic.htm En este enlace se pueden consultar los pormenores de la expedición que descubrió Machu Picchu.
2)http://www4.loscuentos.net/go.php?url=http://www.desarrollo.peruv.com/prehispanico/reciprocidad.htm Para ampliar el concepto de reciprocidad en la cultura incaica.


Sara Eliana Riquelme (Neuquén; Argentina)
saraeliana2003@yahoo.com.ar

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