domingo, diciembre 18, 2005

Colaboraciones/Prosa




Y vas a desear más, vas a desear tener un cajón lleno de negros con abanico. También te verás en la encrucijada de creerte poderoso y no saber si los demás lo admiten. Darás mil fiestas y copetines a la moda. Necesitarás una caja fuerte. Necesitarás una doña que cocine tus deliciosas elecciones. Necesitarás más, un abrigo importado, un automóvil último modelo, seguridad. ¡¡¡Seguridad!!! Parar creer que el mundo gira a tu alrededor, para cuidar tu pomposo culo repleto de pelos dorados.

Escupirás en el rostro de los jóvenes, harás que ardan los paladines de la justicia, y no hablo de los mamarrachos internacionales, sino de aquellos que sangran ternura en cada herida.

Moldearás mentes a tu gusto, reclutarás afines. Uno por uno con papeles perfectamente impresos.

También podrías repartir una pequeña porción, no hace daño a nadie y el carisma es un arma importante. Lo harás. Reirás, nadarás en tu piscina de diamante, cantarás odas al dinero, lavarás tus manos en petróleo.

Contarás cada cobre con minuciosa perversidad, y no me cabe duda, creerás que no es suficiente. Saldrás a la guerra montado en un espléndido corcel de porcelana, con tu espada y tu locura de Quijote a la inversa. Y los millones de molinos agacharán la cabeza, es tan triste, lo harán.

Luego te veremos en tu altar de rey, misógino y clasista, portador de la voz única, con tu globo terráqueo en la mano libre de mentiras. Nos venderás fronteras y retendrás la carcajada, nos venderás democracia y pensaremos “somos libres”, nos darás cientos de argumentos y festejaremos el campeonato del mundo.

Todo eso tendrás, todo eso tendremos, vos por ahora esperá tu turno, nosotros mientras tanto preparamos la revuelta.


(imagen disponible en www.geocities.com/ulysses_leal/gaucho.html)


Miguel Parra
Villa Gesell - Bs As
ARGENTINA

viernes, diciembre 16, 2005

Artículo de Opinión


Aborígenes sudamericanos

Parte IV

El Caso Aimara

Siguiendo la línea que hemos trazado para rescatar, del olvido y la marginación, a los pueblos aborígenes latinoamericanos, verdaderos dueños de la tierra que hoy pisamos, nos ocuparemos durante este mes del pueblo Aimara.


Al altiplano andino arribaron hace aproximadamente 10000 años, las primeras familias cazadoras y recolectoras del la parte norte de lo que hoy es Chile, incluyendo la costa del pacifico, valles y quebradas cordilleranas.


Como primera medida desarrollaremos el tema del idioma, lo que nos dará una clara idea del alcance de esta cultura, prácticamente desconocida para la América europeizada. El aimara altiplánico, ó simplemente aimara, es un lenguaje andino hablado por un millón seiscientos mil personas, en las proximidades del lago Titicaca. Más precisamente, según los últimos censos de Bolivia y Chile (1992) y del Perú (1993) existen 1.237.658 aimaristas bolivianos, 296.465 aimaristas peruanos y 48.477 aimaristas chilenos. También existen varias comunidades de las provincias argentinas de Salta y Jujuy que se autoproclaman aimaristas, aunque no hablen esta lengua. El aimara altiplánico tiene dos lenguas hermanas: el Kawki y el Jaqaru, ambos hablados, todavía, en algunas provincias serranas de Lima. Desde el siglo XIX estudiosos como Antonio Raymondi, Sebastian Barranca y Julio C. Tello sospecharon de un parentesco entre estas tres lenguas. Pero fueron los trabajos lingüísticos de Marta J. Hardman, durante los años 60 del siglo XX, los que confirmaron plenamente esta conjetura.

La economía de este pueblo se basaba en la explotación agrícola de las depresiones, localizadas a lo largo de los extensos valles de Azapa y Quillagua, en el norte de Chile, y en Caplinal, en el Perú. Con el proceso de expansión del Imperio Inca en el siglo XV, la conquista del Reino Aimara y de otros pueblos de la región de Tarapacá, noroeste de Argentina y territorio de Chile, hasta el río Maipo, los invasores ocuparon los espacios productivos en los valles de Azapa, Lluta, Camarones, Camiña, Tarapacá y Pica. El territorio de Tarapacá al momento de la Conquista Hispana, fue un espacio de múltiples vinculaciones multiétnicas compuesto por poblaciones locales y altiplánicas, siendo dominantes aquellas de habla Aimara. Dentro de la dominación colonial en el siglo XVII, se reconoce una matriz de organización que se basaba en el establecimiento de territorios continuos y homogéneos, con poblaciones indígenas fijas y relacionadas directamente a las actividades productivas españolas.

La reforma agraria a comienzos del siglo XVIII, en el Corregimiento de Tarapacá agrupó un mosaico de poblaciones indígenas, y aprovechándose de esta situación, puesto que los indígenas debían transformarse en pequeños propietarios libres de ataduras corporativas (comunidades) y de sus intermediarios (caciques), el gobierno español intentó destruir la férrea cultura indígena. Sin embargo, en 1826 el nuevo estado chileno, presionado por la falta de recursos fiscales, reintrodujo el tributo mediante un nuevo concepto de contribución de indígenas e iniciará la colonización de los Pueblos Andinos con una red de sistemas de controles de tipo policial, tributarios, educacionales, sanitarios, políticos y legales. En síntesis, desplazaron a los dueños de la tierra hacia el margen de la historia, amparados en una legalidad sumamente cuestionable. Los territorios donde se asentaba la población Aimara, formaban parte, hasta la Guerra del Pacífico (1879 - 1883), de la República del Perú. El principal efecto sobre las comunidades indígenas, radica en los procesos ideológicos institucionales asociados a la integración forzada a Chile y de los mecanismos aplicados desde el Estado para asegurar la soberanía en estos nuevos territorios, esta situación consolidó su poder y dominación sobre las poblaciones indígenas por los grupos criollos, siempre respondiendo al imperialismo reinante.


Desde la época colonial, el territorio Aimara fue utilizado como fuente de insumos para la minería de la plata y el salitre y literalmente saqueado por inescrupulosos empresarios. Esta situación se agrava con el desecamiento de las vegas y bofedales, producto de las presiones del mercado hacia la enajenación de los recursos productivos indígenas, a causa de la utilización del recurso hídrico por los enclaves mineros. Todo esto promovió que los particulares, junto a las empresas mineras, contravinieran los intereses de las comunidades Aimara, generando precarias condiciones agrarias y terribles modelos de explotación humana.


La situación de las comunidades Aimara de los siglos XIX y XX, se caracterizaron por su inserción como mano de obra barata en las intensivas actividades mineras en la región, el salitre en Tarapacá (1860 - 1925), el azufre en Arica (1900 - 1950) y la industria del oro (1960 - 1990). Las consecuencias o efectos de la incorporación al mercado minero no son uniformes, en las zonas de valles fue más intensa que en las tierras altas, ya que sólo incorporaban productos campesinos al mercado, así el agro andino se estructura y reorganiza para el abastecimiento urbano producto de la masiva migración de los enclaves mineros. En la medida que la economía Aimara se acomodaba y transformaba según procesos económicos y sociopolíticos regionales, se masifica las migraciones a los centros urbanos costeros, dando lugar a una economía desarraigada y diversificada, distribuyéndose a muchas localizaciones más allá de las comunidades indígenas de las tierras altas.


Cuadro de situación

Como corolario agregaremos que a partir de la década de 1970, el pueblo Aimará se reinsertó en el sistema impuesto por los regímenes pro imperialistas latinoamericanos, sin más alternativa que la resignación a la suerte que se les mostraba esquiva. El pueblo que no se entregó mansamente a la destrucción de su cultura milenaria, propuesta por su carcelero imperialista, tardaría varios años en recuperar su autoestima. Hoy y de la mano de Evo Morales, está recuperando de alguna manera la dignidad perdida, en las calles de La Paz y ofreciendo la sangre de sus hijos, para ponerle fin al saqueo sistemático de sus últimas riquezas naturales, por los explotadores de siempre, esos que bien maquillados parecen distintos.


Juan Romero

Buenos Aires - ARGENTINA

Artículo de Opinión


Desapariciones forzadas (I)

El caso PERU 1980-1990

INTRODUCCION


Durante las últimas décadas del siglo pasado, entre la debacle de la opción comunista como bloque económico de impacto y la imposición a rajatabla del neo-imperialismo globalizador, se desarrollaron múltiples casos de violaciones de derechos humanos muchas de ellas hechas de manera sistematizada y con la complicidad de agentes del estado, así como de organizaciones subversivas.

El tema de las desapariciones forzadas de personas en Sudamérica durante el periodo comprendido entre finales de los setentas e inicios del nuevo milenio tuvo muchos rasgos en común a lo largo del continente, mas también existen saltantes diferencias de país a país.

Una teoría muy fuerte fue la existencia de la llamada "Operación Cóndor", un plan de apoyo a las dictaduras militares sudamericanas por parte de EEUU bajo la condición de que eliminaran todo vestigio de subversión comunista. Hasta el momento no hay pruebas concluyentes e irrefutables de su existencia, mas muchos hechos abonan en favor de ésta, siendo motivo su existencia de un posterior artículo.

Sin embargo, en el caso peruano existen notorias diferencias con respecto al resto del continente. Dictaduras militares como las de Videla y Pinochet fueron responsables directos de la mayor parte de las desapariciones forzadas llevadas a cabo durante dicho periodo en Argentina y Chile, con apoyo norteamericano. El caso de Perú es diferente, desde el momento de la concepción de un movimiento subversivo terrorista sui generis como Sendero Luminoso.

Sendero Luminoso, originalmente rama maoísta del escindido Partido Comunista del Perú, fue creado a fines de los sesentas bajo la dirección de Abimael Guzmán, profesor universitario de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. En sus inicios se dedicaban al estudio de las obras de Mariátegui, autodidacta fundador del Partido Comunista del Perú, con el correr del tiempo su concepción política varió a tal extremo de considerar a Guzmán como la "Cuarta Espada del Marxismo" y darle tintes mesiánicos a su doctrina (el llamado "Pensamiento Gonzalo").

Un movimiento cuyas ideas no admiten oposición, totalitario en extremo y con una visión absoluta de ser dueños de la verdad, es capaz de llevar a cabo muchos actos de barbarie. Barbarie, ante la cual el desconocimiento de su cabal dimensión y los prejuicios y estereotipos de una sociedad como la peruana de entonces, en donde los hechos ocurridos en la sierra de Ayacucho a la opinión pública en el poder le parecían como hechos acontecidos en un país lejano y desconocido, llevó a un enfrentamiento en donde los que tenían las de perder absolutamente todo (pertenencias, identidad y la vida) fueron los habitantes de las áreas rurales de las zonas en conflicto.

Es así que el perfil del desaparecido durante esos años en el Perú fue el de campesino, analfabeto, quechua-hablante, condición socio-económica pobre, varón joven; a diferencia del perfil de desaparecido en Argentina y Chile donde más cuadraba el mismo con el perfil de clase media, educado y profesional.

Y también, la mayor parte de las desapariciones forzadas llevadas a cabo durante dicho periodo fueron responsabilidad directa de Sendero Luminoso y de otros grupos paramilitares, habiendo también un importante porcentaje de desapariciones forzadas efectuadas por los agentes del Estado (Ejército Peruano y Policía Nacional). La masacre de Lucanamarca, en donde más de 80 hombres, mujeres y niños campesinos desarmados fueron asesinados por fuerzas de Sendero Luminoso como escarmiento por colaborar con las Fuerzas Armadas es un hecho gravísimo entre muchos otros de los cometidos por las huestes de Guzmán.

Un país en donde se mira con indiferencia la desaparición y violación de derechos humanos de los desposeídos, quienes conforman la mayor parte de su población, y no se actúa eficientemente al respecto; es motivo de análisis profundo y de reflexión, a fin de que dichos actos de barbarie no tengan jamás nunca oportunidad alguna de repetición. Bien dicen que de los errores se aprende, y que una sociedad que no recuerda su pasado está destinada a cometer los mismos errores, valga esta serie de artículos para que dichos hechos no se vuelvan a repetir.


(imagen disponible en http://travel.mangabay.com)

Eduardo Salazar

Lima - PERU

Personaje del Mes



José María Eguren y Martín Adán: dos poetas peruanos

Hace un par de años me topé con un artículo de la mítica revista Atenea, “Hombres, ideas y libros”, firmado por un tal Serafín del Mar y fechado en marzo de 1930. Este señor exponía las distintas corrientes poéticas del Perú. Con asombro constaté que delegaba a un plano inferior a poetas de la talla de César Vallejo, Xabriel Abril, Oquendo de Amat y, por supuesto, Martín Adán. Quien firmaba el artículo se refería a ellos como “una juventud audaz por trágica ignorancia”, y luego los trataba de “revolucionarios anecdóticos” “hombres sensuales y simplistas”, “ególatras novecentistas”.

Por otro lado, los que son beneficiados y justificados por este articulista, son poetas que tienen el “importante papel de agitar y disolver un orden burgués, buscando la cooperación del trabajo manual e intelectual”. Estos eran Manuel Seoane, Antero Peralta, Cristóbal Meza, A. Secada, Arbulú Miranda, entre otros. Ellos serían el porvenir histórico, revolucionario y poético no sólo de Perú, sino de toda América.


Posteriormente revisé algunas antologías de poesía latinoamericana y peruana, y descubrí con estupor que ninguno de estos iluminados poetas figuran en ellas. Ni uno solo. A diferencia de los supuestos badulaques, que nada tenían para entregar a la literatura, resulta que ellos sí configuran la constelación de poetas latinoamericanos, y son leídos y comentados por esa minoría lectora de poesía que se resiste a desaparecer.


Recuerdo un artículo de Enrique Vila-Matas, titulado “Para escribir, hay que dejar de ser escritor”. En este texto se sugieren las dificultades de una eximia escritura, y que al escritor no le queda otra que dedicarse a escribir, dejando de lado funciones que supuestamente le atañen. Mucho antes dijo Borges, en el prólogo de su poemario “La rosa profunda”: “El concepto de arte comprometido es una ingenuidad, porque nadie sabe del todo lo que ejecuta”.


Tenían razón. En el espacio de la escritura, en ese bloque muchas veces pesado y de mármol, en ese espejo reducido pero amplio de la realidad, paradójicamente sólo han logrado perdurar con el tiempo escritores que se han desligado de funciones sociales y roles políticos al interior de la escritura. Escritores del sigo XIX, que pueden ser tan disímiles como Oscar Wilde, Charles Dickens, Edgar A. Poe o Charles Baudelaire, están fuertemente emparentados porque tuvieron como principal preocupación la escritura. Igualmente ocurre con los dos poetas peruanos que reseñaré brevemente.


José María Eguren (1874- 1942), poeta del minimalismo


Debido a su delicada salud, pasó gran parte de su vida en el campo, alejado de las agitaciones sociales y manifestaciones propias de la urbe. Sin poder completar sus estudios, se dio a la tarea de leer a los clásicos, pero también a los poetas que buscaban renovar el arte en aquellos tiempos, como lo fueron, por mencionar a algunos, Rimbaud, Mallarmé, Verlaine, Wilde y Rosetti.


Eguren también se interesó por la mitología germánica y la literatura nórdica, intereses que se verían reflejados en muchos de sus poemas y temas. A la vez, su soledad, su timidez y su parcial alejamiento del mundo, forjarían en él una personalidad soñadora, que se refleja en su poesía onírica, recargada de imágenes y simbolismos alucinantes, donde el centro es la naturaleza pero también hay cabida para la ciudad y sus maravillas, aunque no del modo convencional o progresista que cantaron los futuristas en su tiempo, sino que siempre con ese toque melancólico por el regreso a la vida sencilla y campestre:


En el rascacielo


Un gallo negro de papel


Saluda la noche.



Voy por la pista alegre


Con el suave perfume


Del retamal distante.



(Fabila, En Rondinelas)



Vemos como la hermosura de estos versos se asemejan al haiku, forma poética desarrollada en Japón hacia el siglo XVII, donde el minimalismo, la sencillez y el acercamiento a la naturaleza determinan el canto y los estados de ánimo del poeta.

Preséntase mustias las primeras beodas,


Y margraves de añeja Germania,


Y el rútilo extraño de blonda melena,


Y llega con flores azules de insania


La bárbara y dulce princesa de Viena.



(Las bodas vienesas, de Simbólicas)



Acá se observa claramente la combinación de arcaísmos y sutiles referencias germánicas, lo que hacen un poeta totalmente singular dentro de la las letras americanas, que se decanta más por el subjetivismo y la impresión que le causa una visión o un paisaje, que por pretensiones objetivistas que buscan sustraer datos empíricos de la realidad.




Martín Adán (1908-1985), poeta del inasible absoluto

Otra cumbre dentro de la lírica peruana, fue Rafael de la Fuente Benavides, más conocido como Martín Adán. Simbiosis entre el Adán bíblico y el mono darviniano; nombre que representa ese afán poético que se define entre lo racionalista y lo místico.


Martín Adán fue un atento lector de los simbolistas y de los vanguardistas europeos de comienzo del siglo XX, pero también un ávido lector de los clásicos españoles como Quevedo, Góngora o Lope de Vega. Esto redundó en que la poesía de Martín Adán transitará por el cultivo del metro clásico (sonetos en endecasílabos y alejandrinos), la ejecución del verso libre y poemas que se extienden por decenas de páginas.

La temática de la poesía de Martín Adán hace referencia a la soledad y la miseria de la condición humana, a la pérdida de la referencialidad con el absoluto (con Dios, o el Universo) y a los estados musicales como gracia para alcanzar estados elevados del espíritu:


¡Que ser poeta es oír las sumas voces,


El pecho herido por un haz de goces,


Mientras la mano lo narrar no osa!



(A Alberto Ureta, en La travesía de los extramares)




Todo eres


Como el labio del recién nacido,


Desdentado o como el del viejo


De la parábola del cigarrillo.



(La presencia, en La mano desasida)



Pero Martín Adán no sólo experimentó en su poesía la sensación del vacío del hombre en el inconmensurable universo, sino que también experimentó ese vacío en su propia vida, que por sus intrincados derroteros lo arrojó varias veces a la locura y a la miseria. Después de publicar su tercer libro de poesía, “La Travesía de extramares” (1946), pasarían muchos años de reclusión y silencio del poeta, el cual estuvo hospedado en sanatorios para recuperarse de sus perturbaciones mentales. Reaparecía más tarde con “Escrito a ciegas” (1961), período en el cual se entregaría hasta la posteridad de sus días en la ejecución de la poesía.



Humildes versos, una conclusión


Dos poetas que concibieron a la poesía más allá de las luchas sociales y de las vicisitudes de la historia. Poetas, que como Eduardo Anguita, concibieron al arte como una feroz batalla en un tablero de ajedrez contra el infinito.
Eguren y Adán supieron enseñarnos a vivir y a morir, a valorar las pálidas auroras, los atardeceres dolientes, las humildes casas ancladas en el abismo, y ante todo, a oír en el silencio imperturbable los estados musicales, ese tintineo melodioso que se desplaza en las cosas sencillas de la vida.




Pablo Rumel

Santiago - CHILE


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Fuentes:

Adán Martín, Obra poética. Lima, Edubanco, 1970 V.V.A.A, Atenea. Cervantes, Santiago 1930

Núñez, Estuardo: José María Eguren: Vida y Obra, Lima, Talleres Gráficos P. L. Villanueva, 1964.

Presentación - DICIEMBRE 05

De manera veloz se ha pasado este año, y envueltos entre los atafágos de última hora, las prisas laborales de fin de año y el calor que azota Sudamérica por estas fechas, acá estamos ofreciéndoles este número decembrino de la Comunidad Literaria de la Osta Roja.

Tenemos importantes artículos en esta edición:

Una visión sobre Martín Adán y José María Eguren, dos poetas peruanos quizás no muy conocidos en los mass media pero de indiscutible calidad, a cargo de nuestro colaborador Pablo Rumel, de la publicación hermana de www.surdistan.com. Gracias por apoyarnos con la difusión cultural.

La serie sobre Aborígenes Americanos a cargo de Juan Romero presenta ahora al pueblo Aimara, uno de los pueblos andinos más numerosos de Sudamérica quienes en este momento se encuentran en una dura prueba ad portas de cambiar su destino como país y de influir en el resto de la Región, esperemos que todo salga bien y que la razón se imponga sobre los impulsos.

El tema de las Desapariciones Forzadas, tema delicado que asoló buena parte del continente durante el siglo pasado, a cargo de Eduardo Salazar, quien nos da una mirada sucinta sobre el caso de Perú, inaugura una serie de artículos al respecto.

Y para finalizar, una colaboración en prosa sobre la libertad, una utopía no tan utópica, a cargo de Miguel Parra. Disfrútenla.


Atentamente.

Eduardo Salazar
La Comunidad Literaria de la Osta Roja

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